Hace poco recibimos un correo de Marisol, una de nuestras clientes a la que le pedimos que nos contara un poco cómo Pintar con Números ha impactado su forma de ver las cosas. Iremos ampliando está sección con más testimonios. Esperamos que sean de ayuda y sirvan para extender el uso de la pintura como hobby, terapia y herramienta de espiritualidad. ¡Que disfrutéis!
Jubilación a los 55 años, ¿y ahora qué?
Quiero contar mi experiencia, el idilio especial que inicié con los lienzos que se pintan por números hace ya más de dos años.
Soy mujer, madre de tres hijas independientes, divorciada y empleada desde el principio de los tiempos de una conocida entidad bancaria. Hace dos años, entré en la lista de prejubilaciones del banco y confieso que me sentí ilusionada. Las condiciones económicas no eran malas y a mis recién estrenados 55 años eliminaba el estrés, los madrugones y podía dedicar más tiempo a lo que realmente me gusta: amigos y escapadas. Un panorama idílico; creo que entre los susodichos amigos nadie dejó de darme la enhorabuena con un puntito de envidia sana.
Y llegó el primer día. No madrugar, desayunar en la terraza, leer, mucha calle, acostarme tarde, leer… Y pasó el primer mes… Y pasó el segundo. En el tercero empecé a aburrirme, a proponer a los amigos diversos viajes, pero los amigos trabajaban y les era imposible; a llamar con más frecuencia a mis hijas, pero ellas no estaban para sentarse a charlar conmigo más allá de lo que lo habían hecho antes; a ir de tiendas, pero ya no existía la obligación de mantener una apariencia en un trabajo cara al público (un gasto inútil por tanto); me acostumbré a ir sola al cine, lo que nunca antes había hecho (¿Qué es una película sin los comentarios posteriores?); a acudir sola a exposiciones y conferencias, siempre dispuesta para cualquier propuesta, viniera de dónde viniera; devoraba libros; me inscribí en una academia para aprender alemán; más horas en el gimnasio; empecé un curso de cocina japonesa…y un largo etcétera que no voy a detallar. Conclusión: llegaba a la noche agotada y al día siguiente me imponía las actividades como si fueran un trabajo, como obligaciones para tener la sensación de “estar haciendo algo”.
Hasta que un día alguien, en uno de los cursos, me habló de la actividad pintar por números, satisfactoria y relajante, hizo hincapié. Casi me ofendí; mis hijas de pequeñas coloreaban ese tipo de dibujos y yo no era una niña precisamente. Me aclaró que, aunque la base técnica era la misma, buscara en Internet añadiendo en la búsqueda la coletilla “adultos”. Me indicó la página Canvas by Numbers de la que era cliente asiduo. La encontré sin problemas, vi que la inversión era pequeña y decidí probar con el lienzo de una chica vestida de rojo muy parisina.
Cuando llegó, me llamó la atención lo detallado del lienzo (no un papel, un lienzo de verdad) y la cantidad de cubiletes con colores. Me puse manos a la obra. Nunca me creí con dotes para la pintura artística y estaba convencida en el fondo de que era una pérdida de tiempo y dinero. Igual que el curso de comida japonesa, al mismo nivel (comida japonesa en el restaurante; pinturas en las paredes de una galería). Como digo, empecé y esa tarde no llamé a nadie ni eché de menos la calle. Levanté la vista y habían transcurrido varias horas como si tal cosa.
Comencé mi primera pintura por números en la mesa de comedor, con poca luz natural y apartando cachivaches para tener espacio… Hoy, dos años después, una de las habitaciones se ha transformado en un espacio muy personal en donde con música de fondo, una película, una tertulia radiofónica o podcats de mi interés, dedico varias horas al día a mis “pinturas por números”. ¡Hasta cojo de mala gana el teléfono cuando suena!
No hay ansiedad, se ha evaporado la sensación de soledad y no necesito encadenar una actividad tras otra para sentirme ocupada. Cada mañana, después de desayunar, entro en el estudio, miro la pintura a medio hacer y me falta tiempo para coger los pinceles y continuar pintando. Me felicito y me sorprendo del resultado. Creo que me ha subido la autoestima. Disfruto mucho de las salidas con los amigos pero a su ritmo, pues ellos se deben a un horario, y sigo haciendo cursos de vez en cuando. Salvo excepciones puntuales, he dejado de ir sola al cine y a conferencias. Soy selectiva a la hora de ocupar mi tiempo, hago lo que de verdad me apetece y nada más. Por supuesto, no he dejado de viajar un par de veces al año, como hacía antes.
En cuanto a mis pinturas (plural, que son muchas), he hecho grandes progresos y cada vez las elijo más complicadas, incluso me he atrevido con un Van Gogh. Algunas decoran mi casa, otras las he regalado, o están en un cajón esperando un destino… Por supuesto, la chica de rojo parisina está en mi estudio y me recuerda cada vez que la miro lo mucho, muchísimo que disfruto pintando.
-Marisol R. (Madrid)